Fe y Alegría se define como “un movimiento de educación
popular y promoción social que nacido e impulsado por la vivencia de la fe
cristiana, frente a situaciones de injusticia, se compromete en el proceso histórico de los sectores
populares en la construcción de una sociedad justa y fraterna”.
Esta definición expresa la identidad, es decir, la razón de ser y la
misión de Fe y Alegría que precisamente
nace de una fe que se hace vida y compromiso humanizador. No es una fe teórica,
intimista, de espaldas a las necesidades
de las personas. Es una fe para la misión, para el servicio, una fe que quiere
acompañar a Jesús en su empeño de establecer el sueño y el proyecto del Padre
para la humanidad. Por ello, Fe y Alegría no se define como institución, sino como movimiento, que opta por los más
necesitados y excluidos para que se constituyan en sujetos de una vida digna y
en agentes de transformación de las estructuras injustas de nuestra sociedad.
La
espiritualidad de Fe y Alegría es, en consecuencia, una espiritualidad que se
encarna en la realidad del pobre y del necesitado y asume cada acción y cada
acontecimiento como una oportunidad de encuentro con Dios y de celebración de
su amor. Espiritualidad contemplativa en
la acción y comprometida con la defensa de la vida, que se opone a toda
estructura y conducta que amenaza o asfixia la vida. Es una espiritualidad profética y profundamente política que
denuncia y combate todo tipo de dominación, discriminación, explotación o
violencia que dañan, impiden la vida y causan destrucción o muerte. Es también,
en consecuencia, una espiritualidad ecológica, que considera la tierra como madre
universal, fuente de vida, y como el hogar común, que pertenece por igual a
todos, los que vivimos y los que vendrán después. La naturaleza no nos
pertenece, sino que nosotros pertenecemos a ella y en consecuencia, debemos proteger, cuidar, querer y trabajar
sin descanso para que los bienes de la tierra alcancen a todos y les permitan
una vida digna. Invocar al Padre que
está en los cielos es trabajar con entusiasmo en esta tierra para que todos
podamos vivir como hijos y como hermanos en una fraternidad cósmica y
universal, y unamos nuestras plegarias y cantos celebrando la vida y al Dios de
la vida.
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